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** Si acaricias el texto completo con el cursor

       encontrarás un punto en el que se vuelve mano. Las personas que recibieron el texto encontraron allí un secreto exclusivo para alimentar su fantasía.

"Quédate esta noche", susurró a mi oído...

Fantasia cedida por L.T. Su deseo era tener un encuentro "slow sex" con ese hombre con el que se cruzó una vez.
Quédate esta noche”, susurró a mi oído, acariciando con su nariz mi pelo. 

          La frase se perdió inmediatamente en el bullicio de nuestros colegas (que revolvían en el cuarto en busca de más velas) por eso tuve que seguir el rastro de su aliento cálido y engancharme a su voz para alcanzar esas tres palabras, que hacían tirabuzones en el aire: “Quédate, noche”. “Esta, esta, esta”. “Noche, te...” Cuando conseguí ordenarlas nos giramos, mi corazón y yo.

         Mi boca casi le rozó la piel, de tan cerca que estaba. Clavaba sus ojos en los míos, con las cejas levantadas, los labios ligeramente apretados en medio de su barba oscura, apoyado en el dintel de la puerta. Era yo quien había provocado este momento y sin embargo sólo supe responder “Ok”. Salí con dulzura del hueco de su cuerpo para sumarme al grupo. Adiviné cómo tragaba saliva a mi espalda y cómo se le agrandaba la sonrisa. Mi amiga se acercó con un pequeño abalorio en la mano...

 

(SI QUIERES SEGUIR LEYENDO, TOCA AQUÍ)

 

(ilustración, Lola Roig)

"Mi pezón y mi vulva están unidos por un hilo...  

J.P. cedió el comienzo de su historia y algunas frases (las puedes escuchar en "Desnuda el oído"). A ella le gusta mandar y tiene una especial relación con sus pezones.
Mi pezón y mi vulva están unidos por un hilo lechoso que sólo ciertos hombres son capaces de ver. 

          Cuando el primero se enciende, el botón de mi clítoris se dispara. Me gusta jugar con él; tocarme entre las ingles debajo de la mesa, notar cómo la punta de mis tetas aprietan la blusa desde dentro y luego ver cómo esculpen su contorno en la tela, intentando abrir una ventana en ella. El reflejo del cristal del bar en el que hago que leo el periódico es mi cómplice.

          El camarero me pone. Creo que lo sabe, cada día me sostiene más la mirada. Tendrá que pedírmelo con un gesto. Basta que presione mi muslo con sus nudillos al pasar, una señal, no hará falta más. Será un encuentro rápido en ese cuartito del que saca las botellas, al final de la escalera. Si no lo hace él, lo haré yo. Por el momento aprieto mis muslos y dejo que se encienda mi pezón. Me gusta mirarle. Muerde suavemente mi ropa, la abulta con timidez… le dejo hacer.

          Ahá, ahí estás. Te pillé, morenazo, me mirabas de reojo. Hago como si no me diera cuenta y ajusto aún más mi pecho al algodón blanco. Mi pezón es oscuro, sé que la sombra de su orla dibuja una pequeña diana a la altura de mi corazón. Como si estuviera ensimismada en mi lectura, me dejo ver. ...

 

 

(Fotografía: Dulce Dakini)

 

 

Ahí van algunas otras pistas sobre las fantasías que ya nos han pedido: un encuentro con un desconocido en un lugar público, sexo en grupo en una piscina, que las miren mientras ellas se lo montan, un trío con su pareja y su mejor amigo... A medida que nos vayan cediendo algún detalle, las iremos publicando en esta sección.
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